INNOVA Research Journal 2019, Vol 4, No. 3, pp.116-130
De acuerdo a Utset (2007), el aspecto es una característica organoléptica que debe ser
considerada al momento de evaluar una muestra. Entre los atributos que deben ser estimados, se
encuentra la forma, el tamaño, la integridad, la superficie y el color.
En el sabor, por su parte, se resaltan diversos atributos que son identificados en distinto
nivel, instancia y forma por un individuo; estos se encuentran al consumir algún alimento
existente o preparación culinaria de la diversa de cocina que hay en el mundo entero; entre los
sabores básicos se encuentran el ácido, el dulce, el salado, el amargo, el umami más aquellos
sabores secundarios percibidos en la boca al consumir algún alimento: fermentado, afrutado,
astringente, picante, metálico o rancio (Hernández, 2005). Existe un estudio por parte de
científicos de la Universidad de Borgoña quienes manifiestan haber descubierto unas células
receptoras en la lengua (nuevas papilas gustativas) que poseen un receptor encargado de
transmitir el sabor graso (de los lípidos), aunque este estudio no es concluyente aún se encuentra
en procesos de debate (Laugerette et al., 2005) de ser así podría ser parte de este grupo de
sabores.
Como las percepciones se producen en un órgano de los sentidos, la sensibilidad sensorial
del tacto de un alimento se puede percibir en la piel y en la lengua, las cuales detectan la textura,
el tamaño, la forma, la viscosidad, la adhesividad, la untuosidad, la dureza, etc. (Hernández,
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005). La textura, según Kramer (1964) referido por Hernández (2005), se genera a través de tres
atributos: mecánicos, geométricos y de composición; cada uno de estos se subdivide en varias
sensaciones. Por mencionar algunas, se encuentran: para el atributo mecánico, la dureza o la
fracturabilidad; a nivel geométrico, la fibrosidad o esponjosidad; así, consecutivamente para cada
propiedad (Utset, 2007; Hernández Sampieri, Fernández y Baptista, 2014) (Ver Tabla 1). Desde
la óptica gastronómica, el tacto, conjuntamente con el sabor, pueden ser los atributos sensoriales
más significativos e importantes que se encuentran directamente relacionados con el consumo de
un alimento; de estos dependerá el éxito de un producto gastronómico ante otro.
En cuanto al olor, Castro, Ramanathan y Chennubhotla (2013), mediante un gran estudio
técnico, indican que los olores se pueden clasificar en diez categorías básicas; ocho agradables:
fragancia floral, fragancia leñosa o resinosa, frutal no cítrico, olor químico, mentolado o
refrescante, dulce, quemado o ahumado, cítricos; más dos tipos de hedores nauseabundos:
descompuesto y rancio. Con ayuda de esta categorización, se puede evaluar de forma más
holística a nivel olfativo.
El sonido, por su parte, es una percepción poco evaluada o considerada por el
consumidor; esto se debe a que no todas las preparaciones culinarias manifiestan sonidos por sí
solas, a no ser que se encuentre dentro de la boca y se proceda a masticar e ingerir un alimento
(sensación sonora) (Hernández, 2005). Por lo general, el ser humano tiene la capacidad de
discriminar ciertos alimentos a partir de las peculiaridades sonoras que emite o que logra emitir
ya sea producido en el ambiente o al momento de masticarlo. Como, por ejemplo, se puede
resaltar el sonido que se genera al abrir una lata de bebida de alguna gaseosa al ser abierta o el
sonido de un snack al ser mordido. Entre los atributos que pueden presentarse son crocante,
crujiente o chirriante, o simplemente no presenta o no se percibe ningún sonido.
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Revista de la Universidad Internacional del Ecuador. URL: https://www.uide.edu.ec/
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