INNOVA Research Journal 2018. Vol. 3, No.12 pp. 38-54
Dournbusch & Darling, 1992), asociaciones significativas con altos niveles de competencia
social y ajuste psicológico (Carillo, Ripoll-Núñez & Cabrera, 2009; Torío et al., 2008; Tur-
Porcar, Mestre, Samper & Malonda, 2012), un menor consumo de sustancias tóxicas en los hijos
(Barhr & Hoffman, 2010; Becoña et al., 2013; Calafat, García, Juan, Becoña & Fernández-
Hermida, 2014; Parra & Oliva, 2006), una menor presencia de problemas de conducta según
refieren (Aunola, Stattin & Nurmi, 2000; Pelegrina, García & Casanova, 2002).
Por otra parte, diversos estudios que se reportan a continuación, refieren que cuando la
“necesidad de afecto no es satisfecha, los niños/niñas tienden a ser hostiles, agresivos y
emocionalmente inestables”, o “cuando los hijos/hijas perciben rechazo, parecen estar más
predispuestos hacia los problemas y trastornos de conducta y a involucrarse en el consumo de
drogas y alcohol entre otros” (Rohner, Khaleque & Cournoyer, 2012). La percepción de rechazo
y crítica, especialmente del padre, y el poco afecto de la madre, se relaciona con los diferentes
perfiles de victimización, agresión implicados en la dinámica del bullying y muestran poca
confianza en otras personas (Gracia, Lila & Musitu, 2005; León del Barco, Castaño, Polo del Río
&
Fajardo-Bullón, 2015), asimismo, otro estudio reporta la relación entre el rechazo psicológico
(
(
crítica, manipulación, amenazas, retirada de afecto de los padres) con la agresividad de los hijos
Nishikawa, Sundbom & Hägglöf, 2010). Se ha demostrado que el rechazo que ejerce la madre
predice la agresividad impulsiva en los hijos e hijas adolescentes (García-Linares & Carpio,
015).
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Con referencia a lo anterior, es conveniente destacar que las prácticas parentales
coercitivas explica un 14,5% de la varianza de la agresión reactiva o impulsiva, y el 12,4% de la
agresión premeditada, según un estudio realizado en España (Penado, 2012).
Según Rohner (2016), la aceptación versus rechazo es una dimensión que se extiende a lo
largo de un continuo que va desde la aceptación hasta el rechazo. De manera que en un extremo
se ubican las conductas de amor y afecto verbal, físicas o simbólicas, mientras que en el otro
extremo se encontraría el “rechazo parental, que se refiere a la ausencia o retirada significativa
de conductas o sentimientos de afecto y la presencia de una variedad de conductas psicológicas y
físicamente dañinas”. Para este autor, el rechazo parental puede adoptar tres formas: a) hostilidad
y agresividad; b) indiferencia y negligencia y, c) rechazo indiferenciado.
Si bien, el conjunto de estas expresiones se conjugan en una sola dimensión bipolar
aceptación y rechazo parental, el autor de la IPARTheory, plantea el estudio del control parental,
para explorar el grado de control que los padres producen sobre la conducta de los hijos, para lo
cual, Rohner (1987) desarrolla la Escala de Control. Rohner et al. (2012) señalan que el control
parental, es una dimensión igualmente continua, en un polo de la conducta parental está la
permisividad y en el otro extremo el control restrictivo, entre estos dos polos se encuentra el
control moderado y firme que, a veces, se combinan para formar un control flexible.
Cabe señalar, que el autor no realiza una descripción conceptual de estas formas de
control, lo que podría generar confusión en la interpretación de los resultados. Asimismo,
debemos señalar que las expresiones de afecto, indiferencia, agresión, rechazo y control son
prácticas parentales que deben ser analizadas en el contexto étnico y cultural donde se
manifiesten (Rohner & Carrasco, 2014). Rodrigo & Palacios (1998) postulan que las prácticas
Revista de la Universidad Internacional del Ecuador. URL: https://www.uide.edu.ec/
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