INNOVA Research Journal 2018, Vol 3, No. 2.1, pp. 34-45
entre lo más relevante; enfrentar el tema de la vivienda demanda asumir posturas más
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integrales (Pinto & Ruiz, 2009).
De acuerdo con (Arrata, 2014) la vivienda vernácula fue común en la serranía ecuatoriana
hasta avanzado el siglo XX, década de 1960 aproximadamente, fecha a partir de la cual es
reemplazada, progresivamente, por el uso de materiales de construcción y diseños no
compatibles y ajenos al entorno. Llama la atención, en cambio, que las casas inventariadas en
Chalguayacu fueron construidas después de 1960, lo cual pudiera indicar la supervivencia de una
tradición más allá del marco temporal señalado; por otra parte, reafirma el criterio de que “estos
tipos de edificación pueden tener una temporalidad distinta, pueden tener un origen histórico o
contemporáneo” (Aguillón, Benítez y Arista, s.f, s.p).
“A diferencia de las arquitecturas históricas o de estilo, la arquitectura tradicional no
presenta una evolutiva general concordante con los cambios de soportes económicos,
tecnológicos y culturales de la vida urbana, se encuentran detenidas en la etapa que las concibió”
(Maldonado y Vela, citado por Tillería 2010, p. 14). Estas viviendas, responden a peculiaridades
que marcan la evolución de la comunidad y plantea el modo intemporal de construir, “se trata de
un proceso a través del cual el orden… surge de la naturaleza interna de la gente… El
campesino… no pierde tiempo diseñando su casa. Piensa… dónde y cómo levantarla, y luego
comprende su construcción” (Christopher Alexander, citado por Tillería 2010, p. 14).
De acuerdo con la bibliografía consultada, en Ecuador, tal y como sucede en otros sitios,
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este tipo de edificaciones ha evolucionado a lo largo del tiempo. La vivienda campesina -para
algunos, simplemente, “la choza”- originalmente con techo de paja, incorpora luego otros
materiales como las tejas de barro para las cubiertas, sin embargo, desde el punto de vista
espacial, durante mucho tiempo persistió el concepto de habitación única, en la cual debían ser
satisfechas varias necesidades, desde descansar, elaborar alimentos, comer y hasta dormir.
Este modo de construir no responde a conceptos pre-establecidos de diseño, es el
resultado de un largo proceso de aprendizaje y experimentación que, a través del tiempo, los
miembros de un mismo grupo desarrollan; de ahí la importancia de la calidad de la relación y
comunicación entre ellos y con el entorno. Por extensión, la forma, función y espacio se
relacionan con las actividades del grupo no son resultado de la creación individual sino respuesta
a las necesidades, posibilidades tecnológicas y recursos materiales, o sea, dependen de la
realidad, del tiempo y estilo de vida (Saravino, 2011).
La vivienda vernácula es resultado del largo proceso evolutivo de un procedimiento
pragmático demostrado por generaciones y que, constituye, la opción más funcional a múltiples
actividades, tanto de índole económica en el ámbito rural, como socio culturales propias de las
relaciones tradicionales, por lo tanto, en estos espacios existe un valor útil (Torres, s.f). En
Chalguayacu las construcciones de bahareque y paja fueron tan funcionales, en su momento,
como lo serían luego las de adobe y tejas de barro. La casa fue, desde siempre, un espacio dotado
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Vanessa Pinto y Silvana Ruiz sugieren enfocar la problemática desde la interculturalidad y la sustentabilidad
social, económica y ambiental.
En Cuba, por ejemplo, tiene lugar una evolución en la casa campesina que va dejando atrás su forma original para
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convertirse en la casa de madera.
Revista de la Universidad Internacional del Ecuador. URL: https://www.uide.edu.ec/
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