INNOVA Research Journal 2017, Vol 2, No. 12, pp. 19-37
su derivación de la Carta Encíclica Populorum Progressio que me parece que es de 1967. Y es
que más que nada en esto veo un cambio simbólico importante en la Iglesia, que puede
manifestarse de la siguiente manera: desde mi propia perspectiva, es la primera vez que la iglesia
asume un rol transitivo de la evangelización; es decir, hasta ese momento era como que se dijera
“
yo te evangelizo a ti, ser sin religión, ser ignorante e incluso ignorado (aunque se lo dijera con
piedad), te transfiero, te entrego, te doy la palabra de Dios, para que superes ese estado
natural’…”. Reitero, siendo una acción transitiva, de la Iglesia y sus sacerdotes, a los sujetos
‘
evangelizados, que es como si se les diera un regalo, se le entregara un Dios, asumiendo que
antes no lo tenía. Puede que los teólogos hagan pedazos mis argumentos, que yo esté diciendo
algo para ellos impropio o falso, pero es lo que me parece.
A partir de las preocupaciones del Concilio Vaticano II, la Encíclica Populorum
Progressio hace mucho énfasis en que la Iglesia trabajará para la gente, para su pueblo, para los
más pobres. Es entonces ya no una acción transitiva y asistencial, paternal, sino que es ponerse
al servicio de los desprotegidos, de los menos afortunados, personas, pueblos, países y regiones,
para lograr su desarrollo y la superación de la pobreza, para hacer que el bienestar del desarrollo
científico y de las sociedades modernas, llegue a todos; todo lo cual forma los postulados
fundamentales de la Teología de la Liberación.
No es casualidad que, tanto en la encíclica, como en la Teología de la Liberación, se
habla no solo de servicio, sino también de renta, de capitalismo, de desarrollo, de planificación,
de pobreza, de alfabetización, de promoción cultural, de pluralismo, de solidaridad, etc. Es
decir, es evidente que en su contenido encontramos postulados y conceptos definitivamente
ligados a las Ciencias Humanas, incluida la Economía Política, marxista, por cierto, e incluso
postulados de la segunda generación de los Derechos Humanos: los Derechos Económicos,
Sociales y Culturales, que además coinciden en el tiempo, ya que fueron postulados justamente
en la segunda mitad de la década de 1960 (1966 la mayoría). Creo, entonces, que la Teología de
la Liberación y el propio Concilio Vaticano II respondieron a una necesidad histórica de
actualización de la Iglesia con la realidad de los tiempos y los espacios en donde actúan. Sin
embargo, tengo la certeza de que hubo una enorme resistencia a estas tendencias en el statu quo
de la Iglesia Católica y de los propios gobiernos latinoamericanos, ya que, como tiene una
raigambre netamente social (para no decir socialista que tendría otra connotación que merece
mucho más reflexión y en este momento se presta a interpretaciones antojadizas, muy
tergiversadoras), incluso marxista, esto provocó una reacción furibunda de los gobiernos más
conservadores, latinoamericanos y estadounidenses, y sus dictaduras, que llevaron a asesinatos
de sacerdotes en varios países (El Salvador, Guatemala, Bolivia, etc.) y, en Centroamérica
especialmente, de muchas poblaciones de indígenas y campesinos, ya reconocidas, pero no por
ello menos lastimosas; de allí precisamente el Premio Nobel de Rigoberta Menchú.
Me parece que la Teología de la Liberación fue una tendencia necesaria y que ha dejado
una huella positiva luego de las dolorosas experiencias y luchas que le tocó afrontar en América
Latina. He visto sacerdotes que han tratado de hacer una labor en ese sentido. De parte de
Populorum Progressio, no hay que olvidar que en el Ecuador hay una labor muy paradigmática,
ya que precisamente con ese mismo nombre, se creó una organización no gubernamental que ha
crecido de manera enormemente significativa y que al presente es un emporio de trabajo en
Revista de la Universidad Internacional del Ecuador. URL: https://www.uide.edu.ec/
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