INNOVA Research Journal 2016, Vol 1, No. 9, pp. 26-38
citado en Acosta (2015), cuando evaluando a la cultura como un recurso de la era global expone
que:
La culturización de la llamada nueva economía a partir del trabajo cultural e
intelectual - o mejor aún, de la expropiación del valor de la cultura y del trabajo intelectual-
se ha convertido, con la ayuda de las nuevas comunicaciones y de la tecnología
informática, en la base de una nueva división del trabajo (p. 4).
La investigación arroja como uno de sus resultados, en total acuerdo con Abancéns (2014),
que ¨la cinematografía ecuatoriana está firmemente ligada al cine de no-ficción¨ (p. 35). Por eso
deja definido que:
Una tradición fértil, en el caso de Ecuador, desde sus orígenes: ya en la década de
los años 20 destacan noticiarios y series informativas como Gráficos del Ecuador (1921) y
Los funerales del general Eloy Alfaro (1921), “la más impresionante y bella de las
películas cinematográficas nacionales” según la publicidad de la época, exhibidas por la
compañía guayaquileña Ambos Mundos, productora y distribuidora primigenia en el
Ecuador, así como los trabajos pioneros de José Ignacio Bucheli ─ Las festividades del
Centenario de la Independencia (1922), filmada íntegramente en Quito; Sobre el Oriente
ecuatoriano (1926), “copiando del natural la vida de sus pobladores y sus extraños
quehaceres”─ y del sacerdote italiano Carlos Crespi, precursor del cine en Cuenca, autor
de Los invencibles shuaras del Alto Amazonas (1926), una serie de vistas de la vida diaria
de las comunidades indígenas del este del país. Para el período 1911-1990, los
cortometrajes y los documentales constituyen la parte más significativa de la producción
ecuatoriana. Sin intención exhaustiva,4 un breve repaso a determinados contextos del cine
de no-ficción en el Ecuador puede ayudarnos, en paralelo, a identificar las continuidades y
las rupturas de propuestas contemporáneas respecto al pasado (p. 35-36).
Desde los años 2000 el audiovisual ecuatoriano se centró, al decir de Abancéns (2014), en
la revisión de algunas de las páginas de la historia y esto ha llevado, como bien el resume, a
producciones que han marcado la existencia de un audiovisual de contenido en Ecuador. En ese
sentido, Abancéns (2014), cita obras que destacan al audioviual ecuatoriano en Latinoamérica
tales como: Alfredo vive Carajo! (2007) de Isabel Dávalos, recuento del movimiento guerrillero
del mismo nombre, activo entre los años 1983 y 1988, y Con mi corazón en el Yambo,
galardonada con numerosos premios internacionales, que se apoya en una vena testimonial de rica
praxis en América Latina (de la obra de documentalistas “clásicos” como Santiago Álvarez o
Patricio Guzmán al nuevo cine-activismo político realizado por colectivos de producción
audiovisual periféricos), innovando al tiempo en sus modelos de referencia. Además, el destacado
rendimiento comercial de ambas, sobre todo el de ésta última, el documental más visto de la
historia del cine ecuatoriano, demuestra la cada vez mayor viabilidad económica de la producción
de cine documental en una industria aún pequeña como la ecuatoriana (p. 38).
El acontecer socio-político del Ecuador ha potenciado el reinvento constante del
audiovisual etnográfico teniendo, como temas demandantes de producción, las costumbres y la
cultura indígena. Todo esto queda necesaria y pertinentemente explícito en Abancéns (2014)
cuando, realizando un recuento de la cinematografía ecuatoriana reflexiona y señala:
Revista de la Universidad Internacional del Ecuador. URL: https://www.uide.edu.ec/
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