INNOVA Research Journal 2017, Vol 2, No. 10.1, pp. 18-24
Introducción
El término emprendedor, proviene del francés entrepreneur, que significaba estar listo a
tomar decisiones o a iniciar algo (Segovia y Melgarejo, 2011; Rodríguez Ramírez (2009), precisa
que el término ha evolucionado y se ha transformado con base a dos concepciones: la una
caracterizaba por el individuo con capacidad guerrera que emprendía una lucha o hazaña, y
reconocido por sus características personales; y la otra se refería al rey o jefe de Estado que
planeaba sus estrategias y políticas para obtener éxito en sus metas, y era reconocido por sus
funciones. Aunque en la actualidad, la mayoría de personas asocia el término a alguien que
organiza y asume los riesgos en la ejecución de un negocio para la obtención de beneficios,
definición propuesta por Cantillón (1755). Mientras que los libros de administración actuales,
definen al término como la capacidad de iniciar y operar nuevas empresas (Brook, 1968; Bennis
y Nanus, 1985; Mintzberg, Ahlstrand y Lampel, 1999; Vásquez, 2015), con características
intrínsecas como el ser innovador, flexible, dinámico, capaz de asumir riesgos, creativo y
orientado al crecimiento (Amit, 1997).
Desde el enfoque de género, en América Latina, el tema del emprendimiento va ganando
espacio y relevancia (Álvarez et al., 2010; Amorós, Fernández y Tapia, 2011; Santander,
Fernández y Yánez, 2016), destacándose estudios relacionados con los elementos que limitan la
actividad emprendedora femenina (Moreira, Quintanilla y Verdesoto, 2016). En este punto, se
debe diferenciar los dos tipos de emprendimientos: por necesidad (push) y los de oportunidad
(
(
pull) (Stoner y Fry, 1982), teniendo en cuenta lo anterior, se contrastan los resultados del GEM
2016), donde pese a que en América Latina, por cada 10 emprendedores masculinos, hay 8
femeninos; pero la mujer es más propensa a emprender por necesidad. Por lo cual, el
emprendimiento femenino tiene menores probabilidades de tener éxito y perdurabilidad en el
tiempo (Kelly et al., 2015).
Además se puede indicar que el tema ha tomado matices específicos derivados de la
evolución del rol que desempeña la mujer a nivel social, familiar y laboral (Briseño, Briseño y
Lira, 2010). Es así que la mujer se ve obligada a insertarse en el mercado laboral de forma
independiente (emprender) como consecuencia de sus obligaciones de género en el hogar o por
la falta de oportunidades derivadas de la misma causa (Castiblanco, 2013; Rodríguez y
Rodríguez, 2011). El emprendimiento de la mujer se potencializa o condiciona por la influencia
de determinados factores, como: a) las influencias anteriores, entendidos como las influecias de
la familia, factores genéticos, stock de habilidades y conocimiento; b) interacción con
incubadora, donde por la naturaleza de la empresa, el emprendedor ha desarrollado sus
actividades empresariales; y c) factores del contexto, entendidos como condicionantes
económicas, acceso a fuentes de financiamiento y disponibilidad de servicios soporte (Jia, Pavin
y Rahman, 2012).
Tomando en cuenta lo anterior, el presente estudio trata de brindar una aproximación
cualitativa, sobre el emprendimiento de la mujer y adicionalmente se incluye el involucramiento
de los miembros de la familiar laboralmente en iniciativas de negocios exitosos, configuración
que se la ha denominado famiemprendimiento. La concepción del análisis se sustenta en tres
dimensiones, la dimensión individual, la contextual y la del proceso de emprender (Gartner,
1
985; Gartner, 1988; Bolaños, 2006).
Revista de la Universidad Internacional del Ecuador. URL: https://www.uide.edu.ec/
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