INNOVA Research Journal 2018, Vol 3, No. 2, pp. 136-146
(4) Sócrates, intelectualismo moral:
Encontramos en él puntos de convergencia y divergencia con los sofistas, en lo que
respecta a los planteamientos sociopolíticos de la educación. Con ellos insistía en valor del
hombre, de la vida personal, estaba inconforme con el concepto de educación tradicional
ateniense sometida a la influencia excesiva del Estado; además, coincidía como los sofistas en la
virtud, la areté en cuanto capacidad propia de todo hombre y no sólo de la aristocracia, pues era
comunicable y enseñable.
Pero las diferencias de Sócrates son aún más profundas y vinculantes para el hombre
ateniense. En cuanto que la educación pierde el carácter práctico de aprovechamiento personal,
indiferente a la moralidad y la objetividad, para él, el educador por excelencia, la educación
adquiere un sentido nuevo, el moral, de preocupación por la vida ética, la cual deriva, no de la
utilización de la enseñanza para imponer las ideas o para servir a fines egoístas, sino de la
búsqueda de la verdad.
Las implicaciones políticas de su propuesta filosófica para el campo educativo
corresponden al dominio de la moral, de la ética. Cómo señala muy bien Luzuriaga (1959), “el
fin último de la educación era para Sócrates la virtud, el bien, y no el Estado como lo era para la
antigua educación, ni el provecho individual como para los sofistas, sino la personalidad moral”
(p. 59). Ahora bien, el fin social de la educación, en cuanto que el hombre es un ser
teleológicamente orientado a la virtud, está en la formación moral y ética del ciudadano. El
hombre está teleológicamente hecho para la ética, “esta capacidad recibía el nombre genérico de
virtud o excelencia (areté), y era interpretada por Sócrates al modo de saber técnico… La virtud
se entendía como una dimensión de lucidez que permitía al hombre virtuoso acercarse a la
conducta adecuada” (Rodríguez, 2006, p. 217).
Podemos decir, en el contexto de crisis y relativismo moral que gestaron los Sofistas, que
la ética nació de la mano de Sócrates con la intención de dar una respuesta, no sólo filosófica,
sino también educativa, a los planteamientos profundos sobre la responsabilidad de la existencia
y las acciones de los hombres que conviven libremente en la polis. La excelencia moral es la
máxima del hombre, la felicidad. El que obra bien vive feliz. Encuentra el fundamento de la
praxis ética en lo que se ha llamado el intelectualismo moral, es decir, “sabiendo qué es lo bueno
y lo justo se puede obrar bien y justamente. El conocimiento de ello permite al hombre llevarlo a
la práctica en la vida social, mientras que su ignorancia le impide obrar conforme a ellos”
(Gajate, 1999, p. 15). En este sentido el planteamiento pedagógico y educativo socrático es el
intelectualismo, unilateral.
(5) Platón, educación para el Estado y la sociedad:
Siguiendo de cerca a su maestro, predominan las ideas éticas, la preocupación por la
justicia. El fin político de la educación es la formación del hombre moral, y el medio para ello es
la educación del Estado, en cuanto este representa la idea de justicia. El Estado no es, pues, un
fin en sí mismo, sino un medio para realizar la justicia y la educación conforme a ella.
Para entender el planteamiento sociopolítico de la educación platónica es preciso que
describamos qué entiende por Estado. Éste es para Platón producto de su concepción
antropológica (Larroyo, 1991). El Estado y la sociedad son un producto de la imagen y
semejanza del alma del hombre, como un todo compuesto de tres partes. A las partes humana
Revista de la Universidad Internacional del Ecuador. URL: https://www.uide.edu.ec/
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