INNOVA Research Journal 2018, Vol 3, No. 2, pp. 83-98
debido a que no daban respuestas adecuadas a los requerimientos planteados para la situación y
la educación del momento. Como consecuencia, en los últimos lustros del siglo XX, gracias a la
crítica epistemológica, se da un giro hacia nuevos códigos epistemológicos para la investigación
pedagógica, dejando atrás su condición adjetival y unívoca de experimental, para abrir una
mirada hacia el análisis cualitativo, de los significados y sentido de la vida social, alejándose de
los planteamientos cuantitativos y de la psicología conductista (Delgado, 2011).
De este modo, nace la contemporánea calificación de “investigación educativa” que parte
de la condición humana, del sujeto y su existencia en el mundo, en cuanto ser situado que le da
sentido humano al mundo social y educativo. El mundo educativo no puede continuar explicando
desde una férrea lógica-instrumental que desconoce la complejidad humana, social y educativa
como realidades del hombre. La investigación educativa contemporánea evoca el paradigma
moderno, su praxis se reduce al uso de estrategias e instrumentos para recolectar y verificar
estadísticamente datos, de manera aislada y descontextualizada olvidando la cuestión del sentido,
del qué es fundamental: la significatividad (Salcedo, 2011). La preocupación se centra más en las
metodologías, en el cómo, descuidando la naturaleza onto-antropológica de la realidad problema
de estudio (Delgado, 2011). El qué-es-fundamental no es materia de reflexión ni de
significación. Triunfa la eficacia del medio en razón de los objetivos prefijados (Feyerabend,
2
002).
Pero, estudios recientes revelan que la investigación educativa sufre gravemente las
consecuencias de los códigos epistemológicos y lingüísticos de la modernidad (Bermúdez, J. y
García, J., 2016). Los procesos de formación y la praxis científica de postgrado están minados
por los códigos del paradigma decimonónico. La investigación educativa adolece de la
normalización científica debido a la insuficiencia de los códigos epistemológicos. Está minada
del pensamiento y el lenguaje del pasado científico. Es una rémora que la continua atrayendo
hacia el pasado científico que le impide deslegitimarlo.
Las experiencias formativas y científicas adolecen de riqueza porque no se está
interpretando debidamente la realidad, sino simples repeticiones que legitiman a la vieja
mentalidad. La investigación educativa sufre de la necesidad de un nuevo lenguaje, un lenguaje
de carácter vivencial. El lenguaje se constituye en un límite para vivenciar. Mientras se continúe
traspolando el lenguaje del viejo paradigma en los ensayos de investigación educativa dentro de
la modalidad cualitativa el conocimiento se minimiza. Como somos puro lenguaje y al
desconocer su estructura íntima y vital, su semiología, todos los esfuerzos científicos por integrar
y acercarse a la realidad, a los mundos de vida del hombre concreto, de una manera vivencial y
holística, o sea, para experimentar y vivir en plenitud toda su riqueza, se carece de significado.
(Bermúdez, J. y García, J., 2016, p. 146)
El reto epistemológico contemporáneo de la formación e investigación científica es
lingüístico. La carencia de la racionalidad positivista para la ciencia radica en su insuficiencia
lingüística. Miente a través de un lenguaje racionalista que hace creer al hombre que la razón
objetiva es la única facultad para entender y dominar al mundo. Es una racionalidad que se
comunica con un lenguaje que pierde toda pasión e interés existencial en el pensar del propio
sujeto y en el existir de los otros. Por tanto, es una completa devaluación del sujeto frente a su
mundo y un proceso crónico de deshumanización (Marquez-Fernández, 2011).
Revista de la Universidad Internacional del Ecuador. URL: https://www.uide.edu.ec/
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