INNOVA Research Journal 2017. Vol. 2, No.8.1 pp. 208-222
diferente, la imposibilidad de un cambio distinto al proyectado, o en tratar de convencer a
esa sociedad de que por el momento no es posible modificar ese estado de cosas, en un
intento de aparcar la solución de tales injusticias para un futuro que siempre será futuro.
Por ejemplo, justificar la dificultad de transformar las leyes sobre el apartheid en
Sudáfrica, porque eso significa violar el derecho constitucional, por lo que es necesario
introducir antes otros cambios, practicando así una política de permanente dilación. O,
situándonos de nuevo en el ámbito educativo, manifestando, por ejemplo, que no es
posible atender a las demandas de equiparación salarial de los profesores con el resto de
funcionarios de la Administración, porque hay que realizar los estudios convenientes
acerca de su posibilidad, o porque detrás de los profesores vendrán otros colectivos
solicitando mejoras, o sobre la base de que el Estado no tiene tanto dinero, etc.
La ideología traduce, desde nuestro punto de vista, una visión del mundo, una perspectiva
sobre las cosas, acontecimientos y comportamientos, pero siendo al mismo tiempo conscientes
de que esta concepción del mundo es una construcción sociohistórica y que, por consiguiente, es
relativa, parcial y necesita una reelaboración permanente, para evitar caer en absolutismo que
impida la reflexión y favorezca la dominación de los hombres y mujeres. Esta concepción del
mundo que traduce la ideología dota a los ciudadanos y las ciudadanas que la comparten en un
sentido de pertenencia e identidad, les hace conscientes de las posibilidades y limitaciones de sus
actos, estructura y normaliza sus deseos y, al mismo tiempo, proporciona una explicación de las
transformaciones y de las consecuencias de los cambios. La ideología implica asunciones sobre
el propio ser individual y su relación con otros colectivos humanos y con la sociedad en general.
Este significado del concepto de ideología permite “la creación de estructuras
compartidas de interpretación, valor y significación” (Kemmis, S., 1998, P. 116), que en el caso
de no ser conscientes de su relativismo, de la relación dialéctica entre la conciencia individual y
las estructuras sociales, pueden funcionar como cosmovisiones creadoras de conductas
irracionales y promotoras de alineación. Esto significa que cada ideología puede llegar incluso a
crear entre los miembros que la comparten una especie de “sentido común” que, a su vez, tiene
una traslación a la práctica a través de sus comportamientos individuales o colectivos.
En este orden de ideas, Gramsci (2007), utiliza el concepto de hegemonía ideológica para
profundizar en este último matiz; para comprender la unidad existente en toda formación social
concreta. Éste considera que la ideología dominante en una situación histórica y social puede
llegar a organizar las rutinas y significados del llamado “sentido común”. Lo que quiere decir
que esa ideología impone a sus seguidores unos significados y posibilidades de acción de manera
sutil, de tal modo que incluso formas de organización y de actuación de una sociedad que
contribuyen a mantener situaciones de injusticia, llegan a ser percibidas como inevitables,
naturales, sin posibilidad de modificación.
De manera tal que, de acuerdo a esta concepción, las ideologías no son algo estático o
permanente, ni tampoco funcionan de una manera automática, mecánica, sin ningún tipo de
fisuras. Establecer que las ideologías actúan homogéneamente, no es sino una forma de
escapismo y fatalismo en la que éstas se nos presentan como elaboradas por una serie de seres
superhumanos o mentes terrestres muy privilegiadas y que nos ofrecen a los demás seres
Revista de la Universidad Internacional del Ecuador. URL: https://www.uide.edu.ec/
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