Andrea Alejandra Peña-Rivas, Libni Elisa Cartes-Parra y Massiel Carolina Venegas-Hernández.
ISSN 2477-9024. Innova Research Journal (Mayo-agosto, 2025). Vol. N10, No. 2, pp. 81-99.
social del género se refiere a cómo las sociedades atribuyen significado y valor a las diferencias
biológicas entre hombres y mujeres. Estas construcciones varían ampliamente según el contexto
cultural, histórico y geográfico. Las normas y roles de género son aprendidos y transmitidos a
través de instituciones sociales como la familia, la educación, los medios de comunicación y la
religión. Esto da forma a las expectativas y comportamientos esperados de hombres y mujeres en
diferentes sociedades. Siguiendo con esta línea, Gimeno y Rocabert (1998) señalan que el
desarrollo de la carrera de la mujer no sólo es diferente a la de los hombres, sino que además es
más complejo, debido a la influencia que ejercen las diversas facetas que ocupa la mujer en el
contexto del hogar.
En el ámbito laboral, Nicholson (1997) considera que en el desarrollo de la carrera de las
mujeres existen tres tipos de barreras: las visibles, acerca de las responsabilidades familiares que
asumen como un rol social atribuido; las invisibles, como lo son las actitudes, las creencias y
conductas de los hombres en el contexto laboral que conforman la cultura de las organizaciones;
y las derivadas del impacto psicológico inconsciente que esta cultura androcéntrica de las
organizaciones tiene sobre la motivación de la mujer y su autoestima, entre otros aspectos. El
empoderamiento de las mujeres se sostiene fundamentalmente en la interrelación entre autonomía
económica y el desarrollo personal. La independencia financiera, aunque crucial, es solo un pilar
dentro de un proceso más amplio y complejo que busca garantizar derechos económicos y sociales
fundamentales. En consecuencia, el emprendimiento se presenta como una vía prometedora para
superar las limitaciones tradicionales. Al respecto, autoras como Cardemil Winkler (2021) indican
que:
el empoderamiento económico, personal y político de las mujeres está interconectado (...).
La autonomía económica de las mujeres contribuye a promover su empoderamiento,
aunque este último concepto va aún más lejos ya que define la totalidad del proceso
encaminado hacia la realización de un conjunto más amplio de derechos económicos (p.5).
En este contexto se expresa la economía feminista, la cual en los últimos años ha
contribuido a la consolidación de una mirada que desafía los principios convencionales, expone
dimensiones de la realidad invisibilizadas y reclama y propone estrategias concretas para la
transformación de la dinámica económica en un sentido igualitario (Rodríguez, 2015). Esta mirada
económica feminista viene a distanciarse de la construcción androcéntrica que posiciona
actividades masculinas como aquellas que cuentan con valor, por encima de lo femenino (Medina-
Vicent, 2019).
El emprendimiento se ha consolidado como una fuerza impulsora de la economía global,
promoviendo innovación, crecimiento y empleo. Sin embargo, persiste una marcada disparidad de
género en este ámbito, con menor representación de mujeres emprendedoras. Por ello, es relevante
analizar cómo se expresan los emprendimientos femeninos según su contexto social, factores
protectores y limitaciones. Aunque la autonomía económica mejora la calidad de vida de las
mujeres (Santander y Fernández, 2019), surgen contradicciones, como advierten Haugh y Talwar
(
2016, como se cita en Santander y Fernández, 2019).
(...) el daño social que puede resultar del empoderamiento de las mujeres en las culturas,
principalmente aquellas patriarcales en las que son valoradas por su cumplimiento con las
Esta obra se comparte bajo la licencia Creative Commons Atribución-No Comercial 4.0 International (CC BY-NC 4.0)
Revista de la Universidad Internacional del Ecuador. URL: https://www.uide.edu.ec/
84