INNOVA Research Journal 2017, Vol 2, No. 8, pp. 104-118
R., y Borquez, J., 1994; citados por Weiss et. al., 2009). Esta falta de involucramiento podría
estar relacionada a una auto-discriminación, así como problemas más puntuales como falta de
flexibilidad laboral, problemas de movilidad, entre otros.
Lareau (2003), citado por Weiss et. al (2009), indica que las diferencias en las clases
sociales de los padres determinan brechas en el capital cultural de los hijos. Sobre esto, Weiss et.
al (2009) indican que las actividades extracurriculares no son percibidas como aportes positivos
para los hijos por parte de los padres de clase social baja, mientras que el resultado es contrario
en clases sociales medias y altas. Por su parte, Gubbins & Ibarra (2016) concluyen que los padres
con menor capital económico y cultural, tienden a tener menores cantidades de actividades
formales y no formales con la escuela. Esto supone la hipótesis previa de que debería existir una
correlación entre el ingreso familiar y las prácticas educativas familiares.
En lo que corresponde al componente de disposición parental hacia la escuela, podría
definirse como el grado de inclinación de los padres de familia hacia la educación formal y su
capacidad de respuesta activa a los requerimientos de la escuela. Esta inclinación denota el nivel
de expectativas y aceptación de los padres con la educación recibida por los hijos. Entre los
ejemplos de dicha disposición se puede mencionar: la asistencia a reuniones, la comunicación
constante con los profesores, la participación en actividades extracurriculares, la ayuda a los
hijos ante cualquier problema, entre otros (Bourdieu & Wacquant, 1993/1995; citado por
Gubbins & Ibarra, 2016).
Epstein (1995), citado por Rivera & Milicic (2006), señala que los hogares que cuentan
con padres que se preocupan por la educación de los hijos y los alientan a mejorar en esta parte,
consiguen que dichos hijos sobresalgan en la parte académica y muestren una actitud positiva
hacia la escuela. Bajo esta idea, Sallés & Ger (2011) señalan que la familia y la comunidad son
responsables de involucrarse por el desarrollo de competencias parentales. Sin embargo, en la
práctica, muchos padres no optan por asistir a reuniones debido a que los docentes las convocan
sólo con carácter informativo, para solicitar aportes económicos o material didáctico y para dar
quejas del comportamiento de los estudiantes (Gubbins, 2012).
En referencia al tercer componente, las aspiraciones parentales, el Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo (2000), citado por Rivera & Milicic (2006), define a dichas
aspiraciones como “las representaciones que se hacen los individuos y los grupos acerca del
estado de las cosas, personales o sociales, que desean para el futuro y que caracterizan como lo
mejor” (pág. 3). En esta investigación se sigue la línea de pensamiento propuesta por Gubbins &
Ibarra (2016), quienes enfocan las aspiraciones en el ámbito de la familia – escuela. En este
sentido, las aspiraciones serían las expectativas de los padres sobre la formación educativa de sus
hijos y las competencias que pueda proveer la escuela.
Jeynes W. (2003), citado por Weiss et al. (2009), evidenció que existe una relación
positiva del nivel de expectativas que tienen los padres sobre la educación de los hijos y el logro
académico alcanzado por ellos. Así mismo, Catsambis (2001), citado por Weiss et. al (2009),
indica que la interacción de padres e hijos sobre la importancia de la educación presente y futura
arroja resultados escolares positivos.
Revista de la Universidad Internacional del Ecuador. URL: https://www.uide.edu.ec/
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