María Lorena Álvarez-Escobar, María Angélica Arroyo-Lewin y José Ángel Bermúdez-García
ISSN 2477-9024. Innova Research Journal (Enero-Abril, 2023). Vol. N8, No. 1, pp. 34- 48
grupos que han sido históricamente desfavorecidos o vulnerables: afectados por
condiciones de pobreza; pertenecientes a minorías étnicas y culturales discriminadas, o
niños, jóvenes y adultos que presentan necesidades educativas especiales o que en su
momento no tuvieron la oportunidad de estudiar. (OEI, 2010, pp. 92 – 93)
En este orden de ideas, la educación emerge como un fenómeno esencialmente humano.
El hombre solo puede evolucionar, crecer y desarrollarse como persona, gracias a la educación.
Ahora bien, siendo la educación un hecho antropológico, aquella debe reconocer el carácter de
unicidad, singularidad y diversidad de la condición humana (León, 2007). No todos los seres
humanos desarrollan procesos educativos - pedagógicos de igual manera, pues, somos sujetos
distintos y diferentes. De ahí, la atención educativa debe concebirse y prestarse en función a las
condiciones y particularidades del ser humano.
Es por ello, que gracias a los aportes de la psicología y de la psicopedagogía surge en la
actualidad, dentro del ámbito educativo, el estudio de niños con multiplicidad de diferencias. Este
tema es de difícil reconocimiento social y de largo camino de conquista, en el que han participado
familias, educadores, organismos internacionales como la (UNESCO, 2019), estudios de expertos,
entre otros. Los mismos que identifican a la educación como derecho fundamental de todo ser
humano, desde los principios de la inclusión, integración y respeto a las diversidades. En este
sentido, se hace referencia a los niños que poseen dificultades, problemas de aprendizaje,
alteraciones emocionales y de la conducta, desórdenes de la comunicación, y diferencias de
carácter físico, auditivas y visuales.
Dentro de estas condiciones específicas se encuentra la comunidad sorda, quienes forman
un contexto diferente y en el cual se “agrupan en distintas organizaciones donde desarrollan un
sentido de pertenencia” (Lissi, Grau, Raglianti, Salinas y Torres, 2001, p. 36). Según Calderón
(2007), las personas sordas han reunido un cúmulo de conocimientos acerca de sí mismos. Ellos
han encontrado el modo para definirse y expresarse a través de sus rituales, sus relatos, sus
desempeños y sus encuentros sociales diarios. Un aspecto de gran relevancia de las comunidades
sordas es que estas juegan un papel crucial en la trasmisión de la lengua y cultura a las generaciones
de sordos más jóvenes.
En tal sentido, este contexto socioeducativo requiere prioridad en referencia a los procesos
de aprendizaje de la lecto-escritura; la cual, es un eje fundamental para la adquisición de
conocimientos en todas las áreas educativas y sociales (Bobillo,2003). El ser humano en cuanto a
su dimensión social emplea el lenguaje escrito, como medio de comunicación e integración a su
entorno (Carpio, 2013). Sin embargo, no todas las personas sordas han desarrollado esta destreza,
lo que limita su socialización y desarrollo cognitivo (Lissi et al. 2001). Este grupo ha mostrado
dificultad en la adquisición, manejo de la competencia comunicativa (Massone, et al. 2005) y
comprensión del lenguaje escrito (Herrera et al. 2007).
En Ecuador la educación formal de las personas sordas surge desde el año 1962, bajo la
responsabilidad de un pequeño grupo de docentes que se capacitaron en México, en el Método
Oral Puro. Las personas sordas que pudieron oralizar, desarrollaron un vocabulario limitado, el
cual, no les permitió establecer una comunicación fluida. Por otro lado, no se enfatizó la
comprensión verbal, lo que afectó significativamente la asimilación de información y de
Esta obra se comparte bajo la licencia Creative Common Atribución-No Comercial 4.0 International (CC BY-NC 4.0)
Revista de la Universidad Internacional del Ecuador. URL: https://www.uide.edu.ec/
36