Problemáticas de la docencia universitaria ecuatoriana en tiempos de COVID-19.
Además, el COVID-19 resultó en una agravante para la crisis mundial, debido a las
paralizaciones de actividades <<como medida drástica para desacelerar los niveles de contagios y
muertes>>, sumiendo a los países del mundo en un apuro, no solo sanitario y económico (Banco
Mundial, 2020), sino también educativo, que ha llevado a nivel global a la suspensión de las
actividades docentes tradicionales, para migrar de manera abrupta al modelo de la educación
online (Mora, Julio, Calderón, y Huilcapi, 2020), constituyéndose en una experiencia altamente
complicada para estructurar una enseñanza educativa satisfactoria (Trujillo, Fernández, Segura, y
Jiménez, 2020).
En concordancia con el inciso anterior, este crecimiento de contagios obligó a todos los
países del globo terráqueo a tomar medidas de aislamiento y distanciamiento social, con el
propósito de frenar su evolución y el acelerado acrecentamiento de muertes registradas; la medida
que más destacó fue la suspensión de actividades educativas presenciales (García, Corell, Abella,
y Grande, 2020), obligando a pasar a la educación virtual; un proceso, que si bien es cierto, se ha
ido dando de manera progresiva en las instituciones de educación superior, representando para
algunos docentes serias dificultades en el proceso de enseñanza (Martínez y Garcés, 2020).
Entre las dificultades evidenciadas por parte de la suspensión de actividades educativas
presenciales, según una investigación llevada a cabo por (Pedró, 2020) en el contexto de América
Latina y El Caribe, destaca principalmente impactos en lo pedagógico, financiero, laboral,
movilidad internacional, sobre la demanda y oferta de educación, y socioemocional. En lo que
refiere a este último aspecto, los principales rasgos que presentan los docentes por el traslado a la
educación virtual de sus contenidos son: la ansiedad, nerviosismo, la fatiga y el estrés (Gómez y
Rodríguez, 2020).
Según Fernández, Hernández, Nolasco, de la Rosa, y Herrera (2020) más de 120 países se
han visto en la necesidad de cerrar de manera total o parcial sus sistemas educativos (públicos y
privados) en el nivel de educación superior (como en el resto de niveles), resultando en una
decisión nada fácil, debido a que esto implica múltiples costes para el sector de la educación, tales
como: costes educativos, que se generan por llevar la educación tradicional a una educación
virtual; costes sociales, desde el sentido de la reorganización para adaptarse a la “nueva”
modalidad de estudio, y de que no todos los implicados tengan las posibilidades o condiciones
para desenvolverse adecuadamente o acceder a ella; y costes laborales, para pagar a docentes sin
que estos cumplan una productividad laboral regular.
Alania, Llancari, de la Cruz, y Ortega (2020) manifiestan que no resulta nada fácil para los
docentes transitar de la educación tradicional dictada en las aulas a la educación virtual, por
razones que dicha transición les significa buscar e implementar nuevas estrategias didácticas, tanto
a nivel sincrónico como asincrónico, sumándose a su vez, en muchos de los casos la deficiencia
de internet, que en conjunto generan dentro del proceso pedagógico situaciones de frustración,
como el estrés y la fatiga, por los esfuerzos cognitivos y conductuales.
A raíz de lo descrito, y al ser Ecuador parte de esta realidad, su sistema educativo
universitario se ha visto inmerso también en una urgente transición de las clases presenciales a
formatos virtuales (Villafuerte, Johanna, Cevallos, y Bermello, 2020). Tal es el caso de La
Universidad Técnica de Machala (como las otras universidades ecuatorianas) la cual es parte de
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